La propuesta del día:
RELATOS SALVAJES (2014). Damián Szifrón
Quizás el primer acierto de Szifrón fue
olvidarse de la tentación de intentar interrelacionar sus seis relatos, a la
manera de Vidas cruzadas (Robert
Altman -1993-), por ejemplo. No hay ningún hilo, visible o invisible, que una las distintas
historias que componen Relatos salvajes
más allá de ser capaces por sí mismas de responder a las preguntas del párrafo anterior. Al
no existir esa conexión, Szifrón es libre de estructurar su película como si de
un libro de relatos se tratase, es decir, primero te cuenta uno, luego otro,
luego otro… y así sucesivamente, nada de hacer avanzar las tramas en paralelo,
lo que, dada la absoluta independencia de unas respecto a otras habría acabado
convirtiendo la película en un auténtico caos.
X-MEN: DÍAS DEL FUTURO PASADO (2013). Bryan Singer
RELATOS SALVAJES (2014). Damián Szifrón
A raíz del accidente de Germawings del pasado 24 de marzo surgió, en el transcurso de una comida familiar, una improvisada
reflexión sobre cuan frágil resulta nuestra existencia si uno piensa lo a
menudo que la exponemos al albedrío de los demás, lo a menudo que nos ponemos en manos de absolutos desconocidos. Subirse en un avión y confiar
en que el piloto va a optar por llevarnos al aeropuerto de destino y no por
estrellar deliberadamente el avión a mitad de trayecto es el paradigma de esta fe
ciega en el otro, en el desconocido, en sus circunstancias. ¿Pero qué pasa
cuando una de las partes decide romper ese contrato social y obrar en contra ya
no de lo establecido o reglado sino de toda lógica? ¿Qué sucede cuando
abandonamos la Civilización y nos entregamos a los instintos más primarios,
cuando sacamos el salvaje que en realidad nunca hemos dejado de ser? Esta es la
pregunta que parece querer responder Damián Szifrón en Relatos Salvajes: qué nos separa de la barbarie.
Así reciben los pasajeros la noticia de que el piloto se apellida Casillas |
A partir de aquí el resultado es,
lógicamente, desigual. No todas las historias poseen la misma fuerza ni el
mismo magnetismo pero si mantienen unos mínimos bastante elevados de intriga, de
tensión dramática, de pulso narrativo y hasta de un fino y muy negro humor (especialmente brillante en este sentido es la historia de Bombita) que
acaban dibujando un cuadro final que se eleva por encima del notable.
Contribuye a ello un casting realmente acertado y unos diálogos tremendamente
brillantes que huyen de la afectada verborrea que suele lastrar el cine
argentino tan a menudo. Cierto que las situaciones que plantea son extremas y
por tanto altamente improbables pero igualmente cierto resulta que cada una de
las historias arranca de una situación de lo más cotidiana que a nadie le
costará reconocer como propia. Y de eso, básicamente es de lo que nos habla Szifrón:
del diminuto espacio que existe entre lo cotidiano y la locura. Basta con que,
por ejemplo, un piloto decida estrellar el avión en pleno vuelo en vez de
aterrizarlo en su destino.
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Otros propuestas:
X-MEN: DÍAS DEL FUTURO PASADO (2013). Bryan Singer
Qué X-Men es la
franquicia marveliana más
consolidada, a la espera de ver como evoluciona la muy prometedora saga de Los Vengadores, lo demuestra que haya
sido capaz de rehacerse de algunos pequeños despropósitos, como el insulso spin-off en dos partes de de Lobezno o
la algo mejor aunque para nada al nivel de sus predecesoras X-Men: la decisión final (Brett Ratner –
2006). Cierto que para ello tuvieron que recurrir al viejo truco del reboot, aunque fuese camuflado esta vez,
y poner al frente de la franquicia a un exitoso Matthew Vaughn que venía de
romper moldes dentro del cine superheroico con su estupenda Kick-ass (2010). El resultado:
probablemente la mejor película de toda la saga y una de las mejores del
Universo Marvel. Me refiero a X-Men:
Primera Generación (2011). Llegados a este punto y después de fracasar otra
vez con el segundo capítulo de las aventuras del mutante de las garras había
que ir a lo seguro y en este capítulo nada más seguro que Bryan Singer, el
director que había empezado todo esto con las dos primeras películas de los
X-Men y que con ello había abierto la puerta a todo lo que estaba por venir (Spiderman,
Iron Man, El Capitán América… ni siquiera el infausto Daredevil perpetrado por
Ben Affleck y amigos pudo detener el tsunami de adaptaciones comiqueras que se
avecinaba).
Florentino: ¿Y tú crees que Iker con los poderes de Magneto...? Ancelotti: Ni con los de toda la patrulla-X |
Qué en el cine
(y la literatura) está todo contado y que a estas alturas de la historia lo que
queda es inventar nuevas formas de volver a contar por enésima vez lo mismo
parece ya una verdad con valor de axioma. Si de lo que estamos hablando es de
uno de los géneros más manoseados del cine, el de la comedia romántica,
entonces la capacidad de sorpresa queda reducida casi a su mínima expresión.
Tanto que la sorpresa puede constituir, per
se, un motivo de puesta en valor de una película.
Si tuviese que explicar porque me senté a ver Begin again la verdad es que no sería muy capaz de justificarlo. Keira Knightley me parece una de las actrices más insustanciales del momento y Mark Ruffalo confieso que me da un poco de grima con ese aspecto de galán desaliñado y mirada de perrete en busca de un abrazo perdido. Por si fuera poco, la posibilidad de encontrarme con media docena de escenas musicales me tiraba para atrás de forma casi definitiva.
Y sin embargo, me senté a verla.
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