martes, 24 de diciembre de 2013

Hacía unas semanas que mi primera novela, Un lado oscuro de la luna, estaba a la venta cuando quedé a comer con una buena amiga con la excusa de que así le firmaba su ejemplar de mi libro. Era, ya digo, sólo una excusa, pues la vida, que tira de un brazo mientras la amistad lo hace de otro, nos había mantenido alejados más tiempo del aconsejable. Así que aquella comida con mucho de reencuentro y que también se dilató todo lo posible acabó dando para mucho, entre otras cosas para que mi amiga me hablase de la coincidencia de que un amigo suyo acabase de publicar otra novela, también su primera obra. Ese amigo era Antonio Manzanera y esa novela era El informe Müller. Intuí en aquel comentario más de anécdota que de recomendación literaria. Sin embargo aquella comida sirvió para que a lo largo de 2013 mi amiga y yo nos hayamos reencontrado unas cuantas veces, siempre con excusas de por medio. Como si hiciesen falta. La última vez que nos vimos sirvió, además, para que me dejase su ejemplar de El informe Müller. Te gustará, me aseguró volviendo sobre aquella sugerencia que meses antes me había pasado por debajo del radar.

Hace dos semanas empecé con más ganas que expectativas el libro de Manzanera. El sábado, mientras la tarde se volvía noche más pronto de lo deseado (el día más corto del año), me senté dispuesto a despedirme, en un último y apasionante arreón final, de Trevor-Roper y del Mayor Oughton, sino protagonistas sí al menos los hilos conductores de esta estupenda historia.

¿Qué pasó con Gestapo Müller? ¿Y con Hitler?
Porque el verdadero protagonista de esta historia es otro, el misterioso jefe de la Gestapo, Heinrich Müller, que desapareció durante la capitulación de Berlín, en 1945, y que podría tener algo que contar sobre las últimas horas de Adolf Hitler en el búnker. Como no es mi intención destripar la novela de Antonio Manzanera, lo dejo aquí, que lo que pretendía contar es porque tardé apenas ocho días en leerme El informe Müller no siendo yo alguien a quien los libros le duren un suspiro precisamente.

Vaya por delante que hay dos factores muy presentes en la novela de Manzanera que a mí, particularmente, me apasionan. A saber, el espionaje (y más si es en la Guerra Fría, algo así como la Era Dorada del espionaje internacional) y las conspiranoias. Entiéndase este último término no en su sentido peyorativo sino en su sentido más literario, esto es, como mcguffin para la narración de una buena historia. Porque en realidad el secreto de una buena teoría conspirativa es el mismo que el de una buena historia: saber tocar las teclas justas, hacer que todo suene armonioso, creíble. Y es de todo esto de lo que El informe Müller anda sobrado. ¿Sucedió todo como se insinúa en el libro de Antonio Manzanera? Es posible, pero poco importa en realidad. Lo que cuenta es que una vez que te adentras en sus páginas tienes la sensación de estar paseando por la vieja Europa herida de la postguerra, de estar persiguiendo de verdad a antiguos oficiales del ejército nazi junto a un profesor de Historia que fuma en pipa. Hasta de haber pasado un par de horas en el búnker junto al Mayor Villano de la Historia. Como le decía William Hurt a Harvey Keitel al final de la estupendísima Smoke, hay que ser un maestro para saber contar una historia. Y Antonio Manzanera lo ha demostrado aquí. Estoy deseando quedar a comer con mi amiga y contárselo.

2 comentarios:

  1. Nos vemos cuando quieras ;-)
    Me alegro de e te gustara

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  2. Nos vemos cuando quieras ;-)
    Me alegro de e te gustara

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