Hacía unas semanas que mi
primera novela, Un lado oscuro de la luna,
estaba a la venta cuando quedé a comer con una buena amiga con la excusa de que
así le firmaba su ejemplar de mi libro. Era, ya digo, sólo una excusa, pues la
vida, que tira de un brazo mientras la amistad lo hace de otro, nos había
mantenido alejados más tiempo del aconsejable. Así que aquella comida con mucho
de reencuentro y que también se dilató todo lo posible acabó dando para mucho, entre otras cosas para que mi amiga me
hablase de la coincidencia de que un amigo suyo acabase de publicar otra
novela, también su primera obra. Ese amigo era Antonio
Manzanera y esa novela era El informe Müller. Intuí en aquel comentario más de anécdota que de recomendación
literaria. Sin embargo aquella comida sirvió para que a lo largo de 2013 mi
amiga y yo nos hayamos reencontrado unas cuantas veces, siempre con excusas de
por medio. Como si hiciesen falta. La última vez que nos vimos sirvió, además,
para que me dejase su ejemplar de El
informe Müller. Te gustará, me
aseguró volviendo sobre aquella sugerencia que meses antes me había pasado por
debajo del radar.
Hace dos semanas empecé con más
ganas que expectativas el libro de Manzanera. El sábado, mientras la tarde se volvía
noche más pronto de lo deseado (el día más corto del año), me senté dispuesto a
despedirme, en un último y apasionante arreón final, de Trevor-Roper y del Mayor
Oughton, sino protagonistas sí al menos los hilos conductores de esta estupenda
historia.
¿Qué pasó con Gestapo Müller? ¿Y con Hitler? |
Porque el verdadero protagonista
de esta historia es otro, el misterioso jefe de la Gestapo, Heinrich Müller,
que desapareció durante la capitulación de Berlín, en 1945, y que podría tener
algo que contar sobre las últimas horas de Adolf Hitler en el búnker. Como no es mi intención destripar
la novela de Antonio Manzanera, lo dejo aquí, que lo que pretendía contar es
porque tardé apenas ocho días en leerme El
informe Müller no siendo yo alguien a quien los libros le duren un suspiro
precisamente.
Vaya por delante que hay dos
factores muy presentes en la novela de Manzanera que a mí, particularmente, me
apasionan. A saber, el espionaje (y más si es en la Guerra Fría, algo así como
la Era Dorada del espionaje
internacional) y las conspiranoias. Entiéndase
este último término no en su sentido peyorativo sino en su sentido más literario,
esto es, como mcguffin para la narración de una buena historia. Porque en realidad el secreto de una buena teoría conspirativa es el mismo que el de
una buena historia: saber tocar las teclas justas, hacer que todo suene
armonioso, creíble. Y es de todo esto de lo que El informe Müller anda sobrado. ¿Sucedió todo como se insinúa en el
libro de Antonio Manzanera? Es posible, pero poco importa en realidad. Lo que
cuenta es que una vez que te adentras en sus páginas tienes la sensación de
estar paseando por la vieja Europa herida de la postguerra, de estar persiguiendo
de verdad a antiguos oficiales del ejército nazi junto a un profesor de
Historia que fuma en pipa. Hasta de haber pasado un par de horas en el búnker junto al Mayor Villano de la
Historia. Como le decía William Hurt a Harvey Keitel al final de la estupendísima Smoke, hay que ser un maestro para saber contar una historia. Y Antonio Manzanera lo ha demostrado aquí. Estoy deseando quedar a comer con mi amiga y contárselo.
Nos vemos cuando quieras ;-)
ResponderEliminarMe alegro de e te gustara
Nos vemos cuando quieras ;-)
ResponderEliminarMe alegro de e te gustara