miércoles, 28 de enero de 2015

Releer a Paul Auster desde su primera novela hasta la última, ese es el reto. Releerlo, primeramente, por el puro placer de hacerlo. Pero releerlo también para obtener una perspectiva global de toda su obra, para ver si existe algo parecido a eso tan manido del universo Auster. Releer a Paul Auster como terapia contra el desconcierto y la insatisfacción. Releer a Paul Auster y luego escribir sobre Paul Auster para así estar un poco más cerca de desentrañar el misterio: ¿por qué es Paul Auster el único escritor al que realmente me gustaría parecerme?

A SALTO DE MATA

En la mítica película El silencio de los corderos, el sádico asesino conocido como Buffalo Bill hunde con un peso a su primera víctima para que aparezca en el tercer lugar de su desquiciada cadena de asesinatos. Pretende con ello despistar a los investigadores ya que esa primera víctima es a la única que el asesino conoce pero al aparecer en tercer lugar a nadie se le ocurrirá establecer un lazo entre ambos, verdugo y víctima. Bueno, a nadie salvo a Hannibal Lecter, claro está. 

En 1998 Paul Auster era uno de los escritores norteamericanos más exitosos del momento. Tanto que, dieciséis años después de ser escrita, su primera novela, Jugada de presión, una curiosa historia noir, iba a ser publicada por primera vez en España dentro de un volumen que también recogía una especie de relato autobiográfico de los años previos a convertirse en un autor de éxito que iba a dar título a todo el volumen. Además se incluían tres obras de teatro y la descripción de un juego de cartas basado en las reglas del béisbol que el propio Auster se había inventado en su juventud. Aquella Jugada de presión era, como decía antes, la primera novela de ficción que un Auster acuciado por las deudas había escrito casi de encargo y que, como la primera víctima de Buffalo Bill, había permanecido sumergida bajo el peso del anonimato todo ese tiempo.

En A salto de mata Auster da cuenta del camino que tuvo que recorrer desde su infancia, por la que pasa de puntillas en este relato, hasta pasada la treintena, cuando el ya no tan joven Paul carga con un matrimonio fracasado, un hijo y un considerable número de deudas, lo que le lleva, en un último y desesperado intento por convertirse en el escritor que siempre anhelo ser, escribir una novela negra que le procure algunos ingresos para pagar las facturas y de paso le permita ganar algo más de tiempo para seguir escribiendo, probablemente la gran maldición de cualquier escritor novel.

Pero A salto de mata no es una novela biográfica en el sentido de que relata cada detalle pormenorizado de la existencia del autor. A salto de mata es, en realidad, una historia de literatura dentro de la literatura, una historia sobre el deseo febril, casi la necesidad compulsiva de escribir (fue al propio Auster al que en cierta ocasión le leí una afirmación que venía a decir que escribir, en realidad, es una enfermedad en la que, una vez que el virus de la historia se te ha metido en el cuerpo, la única forma de sacárselo de encima es escribiendo, contando esa historia). Y es que el joven Auster sólo tiene una idea en su cabeza: escribir. Escribir es lo único que quiere hacer y por tanto todas las decisiones que toma en su vida están supeditadas a ese deseo. Pero también es consciente de que para escribir primero tiene que vivir y con ese espíritu se embarca en un petrolero como marino y más tarde viaja a París donde vivirá tres años. Y así, sin dejar nunca de escribir, acumula experiencias, madura. El Gran Edificio Austeriano empieza a plantar sus cimientos.

Pero donde A salto de mata se convierte, al menos para mí, en algo más que una muy singular obra autobiográfica no es en el relato de estos hechos que, de por sí, sólo tienen interés en la medida en que a uno le interese el personaje. No, no es eso. Es en su precisión a la hora de establecer una relación directa entre Deseo y Realidad y en como ambos se condicionan mutuamente donde el relato gana peso, profundidad. Porque al mismo tiempo que Auster va desgranando los pasos que le han de llevar a ser el escritor que hoy día es, solapa la narración de una existencia que se ve completamente supeditada a ese ansia de escribir de Auster y, en un ejercicio de reciprocidad infinita, ésta determina, al mismo tiempo, las condiciones en que el propio Auster puede llevar a cabo ese ambicioso proyecto personal y vital. Por ser más claro: Auster hace lo imposible durante años por ser escritor y eso condiciona su vida pero al mismo tiempo, esa vida que Auster está viviendo impone, desde su extremo pragmatismo, sus propias reglas. O lo que es lo mismo: vale, sí, quieres ser escritor pero no puedes vivir del aire y las facturas no se van a pagar solas. Y es en ese finísimo hilo entre lo que uno desea hacer y lo que uno puede hacer, donde se mueve la narración. Porque fue en ese finísimo hilo donde Auster vivió más de una década.

No es, ni de cerca, su mejor novela, claro está, pero si una reflexión muy certera y aguda sobre en que medida no conseguimos las metas que nos proponemos por verdadera falta de determinación. En el presente Auster cuenta sus ventas por millones alrededor de todo el mundo pero sin esa firme determinación de entonces, seguramente Auster nunca habría llegado a este punto. Por eso, en este sentido, A salto de mata funciona mucho más allá de lo anecdótico y, personalmente, creo que es válida para gente a la que a lo mejor ni siquiera le interesa en exceso el resto de la obra de Auster. 

Respecto a Jugada de presión, el relato que cierra el volumen, mencionar algo que ya se apunta en la contratapa del libro y es que estamos ante una novela negra de manual que se permite, sin embargo, subvertir alguno de los códigos del género, no muchos, todo sea dicho y que, en cualquier caso, resultan imposibles de mencionar aquí sin spoilear. Pero aquí sí que estamos ante una obra para incondicionales del escritor norteamericano y más por satisfacer la curiosidad de comprobar como escribía el joven Auster, por puro y duro completismo, que porque Jugada de presión aporte algo verdaderamente significativo al global de su obra. Funciona, es entretenida y amena, sus arquetípicos personajes no se salen de los cauces convencionales de la novela negra pero tampoco son planos y la novela se lee en un suspiro. Pero no puede decirse que Jugada de presión de pistas de cuales iban a ser los derroteros que iba a tomar la obra de Auster en el futuro. Y es que, como el mismo afirma en la última línea de A salto de mata: así se escriben libros por dinero. Y así se venden.

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