lunes, 27 de abril de 2015

EL PAÍS DE LAS ÚLTIMAS COSAS

Qué Paul Auster es un autor al que le gusta retorcer la realidad hasta sus últimas consecuencias y bordear a menudo el terreno fantástico, una suerte de realismo mágico muy propio, da buena cuenta algunas de sus obras más celebradas, a veces simples fragmentos de las mismas (me viene ahora a la cabeza la primera parte de Mr.Vértigo o ciertos momentos de El palacio de la luna). De igual manera, Auster suele otorgarle (¿o es el lector quién lo hace?) una enorme carga simbólica a esos trascendentales momentos en que la frontera entre lo posible y lo imposible queda tan difuminada, abriendo así la puerta a las más disparatadas interpretaciones.

Pues bien, El país de las últimas cosas se presenta como el paradigma de esta faceta del Universo Auster, quizá no las más famosa (sabida es su "obsesión" con el azar y el efecto de éste en nuestras vidas, por ejemplo) pero igualmente decisiva a la hora de entender que escritor es Paul Auster.

Una ciudad devastada, sumida en la pobreza, donde la supervivencia, entendida ésta como la satisfacción únicamente de las necesidades más básicas es ya la única razón de ser de sus habitantes, controlada (gobernada es ser extremadamente generoso) por un gobierno tiránico y despótico que es incapaz de garantizarle unos mínimos a su población. Este es el futuro distópico que Auster nos pinta en su primera y única fábula futurista. Una fábula publicada en 1987 y que, casi 30 años después, cobra una vigencia estremecedora. Paul Auster quiso hacer una hipérbole sobre un mundo en el que las distancias entre pobres y ricos eran cada vez mayores y a poco escribe la crónica periodística de nuestros días.

Contada a modo de cartas que nunca se mandan (la protagonista, Anna, escribe a alguien que entendemos era su pareja en algún momento previo al punto de partida de la historia), El país de las últimas cosas nos va descubriendo, al mismo tiempo que lo hace la narradora, este mundo arruinado donde todo lo que alguna vez fue está a punto de desaparecer para siempre y donde la vida humana ya ni siquiera es una prioridad. Directa y contundente como un puñetazo en el estómago, la novela "menos" real de Paul Auster es, sin duda, la más dura de todas ellas y una lectura que se antoja imprescindible en estos extraños y agitados años. Se lee rápido, deja poso y no se olvida. Qué más se puede pedir...

0 comentarios:

Publicar un comentario