viernes, 24 de abril de 2015

La propuesta del día: 

Las 200 de Cinemanía: 80 - ¡OLVÍDATE DE MÍ! (2004). Michel Gondry

¿Existe una tiranía mayor que la de la memoria? Cualquiera que haya pasado por el más liviano proceso de pérdida estará en disposición de asegurar que no, que no existe una condena mayor que la de no ser capaz de olvidar. La de estar eternamente atado a unos recuerdos que, en ciertoS momentos son, digámoslo ya, El Infierno.

Por ello es normal que el ser humano haya fantaseado desde tiempos ha con la idea de ser capaz de elegir nuestros recuerdos, o por lo menos de decidir que queremos olvidar (recuerdo ahora, por ejemplo y sin pararme mucho a pensarlo, Tokyo ya no nos quiere, de Ray Loriga). Pues de eso justo, de la idea de que los recuerdos pueden ser borrados selectivamente, es de lo que parte esta fantasía romántica de tintes dramáticos.

Cariño, cuando te dije que reservases una
"habitación con vistas" no me refería a esto
¡Olvídate de mí! se sustenta en los tres pilares fundamentales que a menudo separan una idea original de una excelente película: a saber, un guión redondo, una dirección brillante y unas interpretaciones plenas de intensidad. El guión de Kaufman parte, como decía, de una idea original pero no se queda sólo en la fachada ni se encierra a sí mismo en una jaula sin puerta por no saber como resolverlo. Al revés, en todo momento la historia avanza justo en la dirección correcta, sin titubeos. A ello contribuye la magnífica dirección de Gondry que, sin perder de vista la máxima de que ésta debe estar siempre al servicio de la historia, aprovecha para dejar su sello personal, con una estupenda puesta en escena. Pero donde la película se convierte en realmente soberbia es en sus interpretaciones. De Kate Winslet no cabía esperar menos y con su camaleónica capacidad para el drama, da la talla sobradamente. Sin embargo, es Jim Carrey (de quien me declaro hater número 1) quien soporta todo el peso de la película. Abandonando por completo sus histriónicos e insoportables registros habituales, muestra una vulnerabilidad contenida que conmueve y estremece casi hasta la lágrima.

(Alerta de spoiler). Pero quizá la mayor lección que nos enseñan Gondry, Kaufman, Winslet y Carrey es que la cruel tiranía de la memoria no es más que el precio que hay que pagar por el privilegio de ser capaces de sentir. Un trato diabólico y al que, sin embargo, es imposible renunciar por mucho que duela, ¿verdad, Jim?



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Otros propuestas: 



42 (2013). Brian Helgeland

"Correr como un negro para vivir como un blanco" american style
La trascendencia de la figura de Jackie Robinson difiere enormemente a uno y otro lado del Atlántico. Mientras que en la Vieja Europa su nombre apenas alcanza resonancia, tanto a nivel deportivo como social, en Estados Unidos es todo un icono de la lucha contra la segregación racial y uno de sus beisbolistas más legendarios, a la altura de los míticos Babe Ruth o Joe DiMaggio. Por eso sorprende tanto que Hollywood haya esperado al año 2013 para contar su historia, un biopic que rezuma drama con colosales tintes épicos, una tragedia griega en el sentido más estricto de la definición. Carne de Oscar, vaya. Pero sorprende más aún que ya puestos a la tarea de rendir pleitesía al primer negro en la historia de las Ligas Mayores, el resultado se haya quedado tan a medio camino. Porque la película, sin ser mala, de hecho es más que correcta, busca la épica donde no la hay y elude la enorme carga dramática de los momentos más terribles de la vida de Jackie Robinson para acabar presentando un retrato un poco edulcorado y sensiblero de una historia que hubiese dado para acabar convertida en el Toro Salvaje del béisbol, el más americano de todos los deportes. Quizá por eso uno no deja de pensar a lo largo de las dos horas de metraje en lo que podría haber pasado si hubiese caído en manos de Clint Eastwood, por ejemplo. Qué se le va a hacer...



EL MAYORDOMO (2013). Lee Daniels

El Dream Team de los mayordomos meets Kennedy
Finalizamos este tríptico de la lucha racial en EEUU (12 años de esclavitud, 42 y ésta El mayordomo) con la historia de este mayordomo negro de la Casa Blanca que estuvo al servicio de ocho presidentes distintos. Y al igual que sus hermanas raciales, adolece de una falta de pegada más que notable. De hecho, ese paternalismo anglosajón del que ya hablaba a propósito de la tramposa propuesta de Steve McQueen, resulta aún más explícito aquí pues se extiende no sólo a la presencia primero malvada y luego redentora del "hombre blanco" (recordemos que en 12 años de esclavitud es el hombre blanco quien conduce a Chiwetel Ejiofor al infierno pero sólo el hombre blanco es capaz de sacarle de ahí y devolverle su vida, la misma que previamente le había robado). Al menos en la historia de Solomon Northup uno encontraba un atisbo de rebeldía, de inconformismo por parte de su protagonista. Sin embargo aquí ese rol queda relegado al hijo díscolo y problemático, presentándonos a un Forest Whitaker convertido en un servil y sumiso sirviente del hombre blanco, más confiado a que los buenos sentimientos de sus jefes/amos le otorguen esas libertades por las que él no sólo parece no estar dispuesto a luchar sino que le llevan a enfrentarse incluso a su propio vástago. En fin, una decepcionante y torpe propuesta que, de no ser por Forest Whitaker habría sido carne de telefilme. Pero está Forest Whitaker y aunque sólo sea por eso, la película merece al menos un visionado.


AGOSTO (2013). John Wells

¿Qué Carletto va a poner a Ramos de mediocentro? ¡WTF!
Algunas temáticas, que es más o menos como decir algunos guiones, funcionan como el más peligroso de los materiales explosivos. Un mal gesto, un uso inadecuado... y ¡boom! todo vuela por los aires. En el caso que nos ocupa, el guión de Tracy Letts, que adaptaba su obra de teatro al cine, era toda una bomba de relojería que amenazaba con convertir este dramón familiar de primer nivel en carne de telefilme de sobremesa (algo así, como el AC Milán del mundo del cine: donde acaba todo lo que no tiene cabida en otro lugar). Por suerte, el buen hacer de Wells, director de la más que aceptable y muy incómoda The company men parecía asegurarle unas cotas de decencia más que aceptables. Y, por suerte para Letts, para Wells y sobre todo, para nosotros, aún quedaba un plus que añadirle: el duelo interpretativo entre Meryl Streep y Julia Roberts. Porque Agosto, no nos engañemos, a pesar de su arriesgado guión, a pesar de su eficaz de dirección, a pesar de su sobria puesta en escena y a pesar de su acertado casting, sobrevive, esto es, no acaba convertido en un dramón de sobremesa gracias al extraordinario pulso entre las dos divas. Y es que la meganominada (y algo empalagosa) Meryl Streep encuentra la réplica más que contundente en una brutal, soberbia y arrolladora interpretación de Julia Roberts. Y eso que nunca he sido muy fan de la prota de Pretty Woman, pero aquí demuestra tal oficio, tal intensidad que acaba por arrasarlo todo, incluida a su veterana compañera de reparto que pierde la batalla justo en la sobreactuación. Una actuación memorable en mitad de una película demasiado olvidable para lo que tiene dentro.

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