Las 200 de Cinemanía: 80 - ¡OLVÍDATE DE MÍ! (2004). Michel Gondry
¿Existe una tiranía mayor que la de la memoria? Cualquiera que haya pasado por el más liviano proceso de pérdida estará en disposición de asegurar que no, que no existe una condena mayor que la de no ser capaz de olvidar. La de estar eternamente atado a unos recuerdos que, en ciertoS momentos son, digámoslo ya, El Infierno.
Por ello es normal que el ser humano haya fantaseado desde tiempos ha con la idea de ser capaz de elegir nuestros recuerdos, o por lo menos de decidir que queremos olvidar (recuerdo ahora, por ejemplo y sin pararme mucho a pensarlo, Tokyo ya no nos quiere, de Ray Loriga). Pues de eso justo, de la idea de que los recuerdos pueden ser borrados selectivamente, es de lo que parte esta fantasía romántica de tintes dramáticos.
¡Olvídate de mí! se sustenta en los tres pilares fundamentales que a menudo separan una idea original de una excelente película: a saber, un guión redondo, una dirección brillante y unas interpretaciones plenas de intensidad. El guión de Kaufman parte, como decía, de una idea original pero no se queda sólo en la fachada ni se encierra a sí mismo en una jaula sin puerta por no saber como resolverlo. Al revés, en todo momento la historia avanza justo en la dirección correcta, sin titubeos. A ello contribuye la magnífica dirección de Gondry que, sin perder de vista la máxima de que ésta debe estar siempre al servicio de la historia, aprovecha para dejar su sello personal, con una estupenda puesta en escena. Pero donde la película se convierte en realmente soberbia es en sus interpretaciones. De Kate Winslet no cabía esperar menos y con su camaleónica capacidad para el drama, da la talla sobradamente. Sin embargo, es Jim Carrey (de quien me declaro hater número 1) quien soporta todo el peso de la película. Abandonando por completo sus histriónicos e insoportables registros habituales, muestra una vulnerabilidad contenida que conmueve y estremece casi hasta la lágrima.
(Alerta de spoiler). Pero quizá la mayor lección que nos enseñan Gondry, Kaufman, Winslet y Carrey es que la cruel tiranía de la memoria no es más que el precio que hay que pagar por el privilegio de ser capaces de sentir. Un trato diabólico y al que, sin embargo, es imposible renunciar por mucho que duela, ¿verdad, Jim?
Por ello es normal que el ser humano haya fantaseado desde tiempos ha con la idea de ser capaz de elegir nuestros recuerdos, o por lo menos de decidir que queremos olvidar (recuerdo ahora, por ejemplo y sin pararme mucho a pensarlo, Tokyo ya no nos quiere, de Ray Loriga). Pues de eso justo, de la idea de que los recuerdos pueden ser borrados selectivamente, es de lo que parte esta fantasía romántica de tintes dramáticos.
Cariño, cuando te dije que reservases una "habitación con vistas" no me refería a esto |
(Alerta de spoiler). Pero quizá la mayor lección que nos enseñan Gondry, Kaufman, Winslet y Carrey es que la cruel tiranía de la memoria no es más que el precio que hay que pagar por el privilegio de ser capaces de sentir. Un trato diabólico y al que, sin embargo, es imposible renunciar por mucho que duela, ¿verdad, Jim?
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