martes, 14 de abril de 2015

La propuesta del día: 

BLADE RUNNER (1982). Ridley Scott

No son muchas, quizá no llegue a media docena, una decena que yo recuerde a lo sumo pero el caso es que hay ciertas películas cuyo clímax es de una intensidad tan abrumadora que acaban ensombreciendo el resto de la historia. Cuando las ves por primera vez ese momento, esa escena, te golpea con la fuerza de un terremoto: se lo lleva todo por delante. Cuando las vuelves a ver en realidad te pasas toda la película aguardando impaciente que el anhelado momento llegue. Como un surfista que esperase La Ola. Ocurre, por ejemplo, en Seven. O en Cinema Paradiso. Y ocurre, por supuesto, en Blade Runner.

He visto cosas que vosotros no creeríais...
pero no, no he visto al Atleti ganar la Champions
La cada vez menos futurista fábula de Ridley Scott (ya sólo quedan 4 años para llegar a ese "Noviembre, 2019") es muchas cosas. Es, en apariencia, un simple thriller de ciencia-ficción donde los papeles de cazador y fugitivo a menudo se intercambian en un curioso juego de identidades. Es también una simplona historia de amor. Es, porque no mencionarlo, todo un ejercicio de estilo, una propuesta estética a la que el paso del tiempo parece sentarle cada vez mejor y que contempla el futuro como una metrópolis de habitantes solitarios, de náufragos anónimos donde siempre llueve (otro curioso vínculo con Seven). Pero es, y quizás aquí resida la clave de su éxito a través de todos estos años, una metáfora casi perfecta de una de las mayores angustias vitales del ser humano, a saber, la conciencia de su propia mortalidad. Porque el encuentro de Roy/Rutger Hauer con su creador no es más que la escenificación de lo que sería el encuentro de cualquiera de nosotros con nuestro creador, si es que tuviésemos uno y si es que estuviese dispuesto a sentarse a hablar con nosotros de tú a tú. Y no nos engañemos, quién más quién menos también le sacaría los ojos a sus Dios en pago por todas las penas que nos ha hecho pasar en vida. En pago por hacernos conscientes de nuestra fugacidad.

Han pasado más de 30 años desde su discreto estreno y, aunque hay muchas cosas que se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia, parece obvio que Blade Runner no será una de esas cosas. Es tiempo de morir... pero no para la mejor película de ciencia-ficción de la historia del cine.


_________________  o _________________

Otros propuestas: 


Las 200 de Cinemanía: 81 - CON LA MUERTE EN LOS TALONES (1959). Alfred Hitchcock


Ésta la llamaré "repartidores de Telepizza con mal carácter"
Pocas películas habrá en la historia del cine que, al abordar su análisis desde distintos puntos de vista, presenten unos resultados tan dispares. Porque lo cierto es que si uno se fija únicamente en el guión de Con la muerte en los talones, éste presenta tantos errores, tantas trampas que no creo que pasase un examen de primero de la escuela de cine la universidad menos rigurosa. Es un despropósito de tales magnitudes... que sólo un genio como Hitchcock podía convertirlo en un inmortal clásico del cine de espías. Y es que desde el punto de vista de la dirección sí que estamos ante una de las obras maestras del orondo director. Plena de acción, suspense y emoción, deja para la historia alguna de las escenas más memorables del género y, es sobre todo, un alarde, una clase magistral de lo que el pulso narrativo, el ritmo de una película puede llegar a suponer en el total de una película. Son dos horas y cuarto, parece un suspiro y deja el cuerpo como cinco clases de bikram yoga. Grandioso... pese a Ernest Lehman, su trilero guionista



12 AÑOS DE ESCLAVITUD (2013). Steve McQueen


Semana Santa en Alabama: ¡Aaaaayyyy!
En un magnífico capítulo de la segunda temporada de Modern family, la pareja formada por Mitchell y Cameron intentan conseguir plaza para Lily en una guardería de élite. Para ello no dudan en sacar ventaja de su condición de minoría al cuadrado (homosexuales con niña asiática) y de la hipócrita amenaza que supondría para el centro negarle la entrada a la pequeña justo por su condición de asiática adoptada por gays. Pues bien, de este sentimiento de culpa tan de anglosajón heterosexual no-discapacitado es del que se nutren un buen número de películas en Hollywood para engordar su reputación. Porque claro, quién se va a atrever a decir que un alegato contra la esclavitud de tales dimensiones no pasa de ser un correcto panfleto diseñado a mayor gloria de su protagonista, Chiwetel Ejiofor, con personajes absolutamente planos y repleto de situaciones, de escenas, que telegrafían las emociones para las que están diseñadas (lagrimita por aquí, indignación por allá...). No es que la película sea mala pero está mucho más lejos aún de ser la gran película que se pretende en festivales y revistas heterosexuales no-discapacitadas. De hecho, me atrevería a decir que Steve McQueen, su director, es el primero que lo sabe. Eso y que nadie se la va a criticar. Bueno, casi nadie.




CIRCUITO CERRADO (2013). John Crowley

Cómo le digo que se le ve la tira del tanga cuando se sienta...
Está muy bien que los europeos resistamos (ahora y siempre) a la colonización cultural norteamericana y conservemos cierto estilo propio a la hora de hacer las cosas. Y eso vale igual para la pizza italiana que para la chanson française o las series de la BBC. Ahora bien, una cosa es defender tus señas de identidad contra viento y marea y otra perderte en ellas. Viene esto al caso porque me da que Circuito cerrado, una producción británica de fondo y forma, es tan consciente de esto último que al final esto último es lo único que tiene. Queriendo alejarse de la estridencia y la histeria que suelen acompañar este tipo de historias al otro lado del Atlántico, adopta un tono frío y reposado que al final lo que consigue es que una trama que daba para muchas cosas (del drama judicial al thriller político-policiaco podía cubrir toda la gama de grises que quedan en medio) se quede en una insustancial historia de conspiraciones políticas de medio pelo. No es aterradora ni en su planteamiento ni en sus conclusiones. De hecho, lo mejor que puede decirse de ella es que entretiene lo suficiente durante hora y media como para no amargarte la vida. Y dado el tema, parece un traje muy corto para la ocasión. Ah, eso sí, está tan bien facturada como cualquier producto  audiovisual británico. Para algo somos Europa...


0 comentarios:

Publicar un comentario